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dijous, 1 de desembre del 2016
LA EFICACIA DEL DESPEGUE
“despegue” es un libro que parte de una cita de Juan Gelman “el alma despegada contempla/ Las partes de sí que no partieron.” La poesía de Víctor es vertiginosa. Cuando entramos en sus poemas, entramos en una especie de aventura de imágenes potenciadas por las frases subordinadas que potencian más de un significado posible. Cuándo el poeta escribe: “a golpe de guitarra se alza vuelo/ paloma impopular/ doble capa de cúmulos/ y el índigo imperioso” nos sumerge en un mundo lleno de ambigüedades.
La poesía de Víctor es una música que nos lleva a un diálogo con nuestro inconsciente, en una suerte de vigilia precisa que se recuerda justo en el momento de despertar. El poeta lleva el timón del lenguaje con mano diestra, sin evitar, eso sí, las tempestades del mar abierto que es la mente a lugares comunes que en su divagar nos resultan extraños por contraste con la convención. ¿Cómo abarcar la complejidad de la vida en una literatura que contemple la monstruosidad de nuestra mente: lo que vemos, lo que pensamos, lo que obviamos, lo que queremos, lo que desechamos, lo que tememos, lo que creemos, lo que soñamos? ¿Cómo evidenciar esa complejidad sin un tartamudeo excesivo que provoque en el lector la irritabilidad? Como hizo John Ashbery en su “The tennis courth oarth” traducido como “El juramento de la pista de frontón” y tan denostado por la determinación crítica de Harold Bloom; crítica, por cierto, poco propensa a un cierto tipo de ironía. Pero hay un componente en Víctor que le aleja de esta actitud provocativa, el poeta no quiere llegar hasta las últimas consecuencias de la paciencia lectora. Y es que ante todo, es un gran seductor. La poesía de Víctor Rodríguez Núñez es una urgente necesidad de ofrecer la complejidad pero con la cadencia de un español rico en matices, la lengua es la herramienta que sabe desplegar con gran sutileza, un trabajo léxico y sintáctico que no deja de lado un lenguaje técnico, aunque el coloquial es su principal herramienta.
Víctor es alguien que anda por la cuerda floja del lenguaje, de las imágenes. Es un equilibrista de gran destreza que nos lleva a su mundo interior y nos ofrece destellos de lo que le rodea. El libro “despegue” está dividido en cinco partes: salida, vuelo, escala, puerto y entrada. En ese camino de ida y vuelta, existe la necesidad de comunicarse con la madre del poeta desaparecida recientemente. Mantener esa conversación significa pasar un duelo pero al mismo tiempo llenar el “horror vacui” de esa ausencia primordial.
Cada parte se compone a su vez de quince poemas, en total setenta y cinco y responde a un espacio concreto de las vivencias del poeta. El lugar de la poesía de Víctor es el aeropuerto, es el espacio neutro donde el poeta hace balance de su vida. En “salida” y “entrada”, la primera y última parte del libro, los títulos del poema son calles o lugares de Cuba, diría que de La Habana. En el caso de “escala” los títulos son en inglés, es decir de sus vivencias en Estados Unidos. En un cierto interregno se encuentran las partes: “vuelo” y “puerto” donde los poemas son numerados. Versos como: “se deshace el humo/ volar no te hace libre/ el destino queda en manos del viento” o bien: “hogar es donde estás/ en la leche cortada/ en el pan tomas nota”. El poeta nos ofrece pistas de la ubicación en el viaje, (el vital y el real del momento) se constituye una elipse atemporal, un canto al nomadismo del poeta, pero también a la contemporaneidad que vive y representa. En ese discurso entre el yo y el nosotros se desenvuelve la poética de la tensión entre lo que sucede y lo que el poeta imagina.
Los poemas también tienen su complejidad técnica, son sonetos blancos, Víctor utiliza versos de arte mayor endecasílabos y de arte menor heptasílabos. Hay un origen inspirador en la "cuaderna vía" que dominó con maestría Gonzalo de Berceo en el siglo XIII, esa música concreta parte de esa entonación ancestral. Ahí pues, en ese duermevela acrónico de los sonetos blancos se observa una mirada tierna y apasionada a los detalles de la cotidianidad, a la turbina del pensamiento que no descansa, Víctor mezcla y asume elementos tan dispares como los discursos de Fidel Castro. Hay una especie de blasfemia poética -por eso Platón expulsó también a Víctor de su República- porque esa utilización del discurso discurre como una espada de doble filo, exponiendo las contradicciones del poder, en tanto que las intenciones y los resultados muchas veces distan con amargura, valga (CALLE TROCADERO) como ejemplo.
(CALLE TROCADERO)
el despacho de ron una monja por línea
donde el flaco ovaciona
nalgas prietas en uniforme albino
y su potencia médica
deforestada selva de cemento
se tejen celulares
y se recargan alpargatas nórdicas
se sabe el capitalismo funciona
de una oscura manera
se sabe el socialismo no funciona
de una clara manera
un ruido de tres pares de cojones
el avión que fumiga
eriza la ciudad
En resumen, Víctor Rodríguez es una voz única que navega entre dos tradiciones la angloamericana y la hispana. La novedad imperiosa es que asume el bilingüismo, sin complejos, la riqueza de cada cultura emerge de forma sorprendente, y en Víctor están: Vallejo, Lezama, Brodsky, Simic, Gelman, Ashbery, Ida Vitale, Seamus Heaney... Víctor es para mí sin ninguna duda, una de las voces más actuales del mundo, leer a Víctor es entrar de pleno en el siglo XXI.
Artículo publicado en la revista Vallejo-Company.
http://www.vallejoandcompany.com/category/poesia/
Jordi Valls